|
DragonesRojos,
densos ojos rojos,como fuego naciente,como herida abierta, como atardecer
ensangrentado.Asì son los ojos de
los dragones que en mi cuerpo
habitan. Se arrastran y alimentan, perezosos como gatos. Me susurran blasfemias
e insultos .
Por las noches, cuando creen
que duermo, los escucho reìrse; escucho,
tambièn, sus historias. Extrañas historias de tierras lejanas, de alas
membranosas y garras cortantes. Con
ellas me adormezco cada crepùsculo.
Peor aùn
es cuando no hay ningùn sonido; porque, como un general que observa con
preocupaciòn el silencio de la artillerìa enemiga, presiento que algùn
siniestro plan esta a punto de desplegarse, al menor movimiento, a la primer
mirada còmplice.
Todos los dìas diseño planes para
liberarme de esta pesadilla, conjuros y llamados, sùplicas y motines. Leo
libros enteros, pasquines, folletos y extraños volùmenes que compro los
domingos en un viejo almacèn del barrio que està a la vera del rìo. Pero
ellos siempre se salen con la suya. Pueden morir dos , tres ; incluso creo que
una vez matè, con una receta de cocina extraìda de un libro ucraniano, a dos
familias enteras. !Con
què satisfacciòn recuerdo los largos y agudos chillidos de sollozo y los
sacros cànticos que siguieron a esa hermosa tarde de otoño! Pero algunos, la mayorìa, siempre sobreviven. Y se
reproducen fàcilmente.
Muchas veces pienso en la liberaciòn final, en abrir la boca y
dispararme sin compasiòn ni pesar. Pero hay dos cosas que me detienen. Tengo
miedo de encontrarlos despùes ,
que mi infierno los contenga y que
su parasitismo me acompañe por los siglos de los siglos; o peor aùn, que mi
infierno sea ese ominoso mundo del que hablan
por las noches, y que estas criaturas no sean màs que demonios desterrados,
luciferes sin tierra ni destino.
Pero todo eso no es lo màs importante: aquello que impide que ponga
fin a mi existencia es, en verdad, un cierto consuelo o goce malsano del
que disfruto dìa a dìa. Creo que ellos son tan o màs desgraciados que yo.
Grandes seres, nacidos para volar en cielos majestuosos y destrozar
indefensas formas de vida,
no hacen màs que deambular por los estrechos y hùmedos pasadizos de mis entrañas
, en los cuales ni siquiera pueden abrir por completo sus membranosas alas,
comiendo las sobras de mi estòmago y resignàndose
a una oscuridad eterna.
No sè què capricho del universo
los desterrò, que decisiòn de sus inescrutables
amos los depositò aquì; pero su desdicha es tan grande como la mìa. A veces
no puedo menos que comprenderlos y soportarlos. Y por mas que quiera mantener mi
seriedad, una mueca burlona, que amenaza crecer hasta risa despiadada,
se dibuja en mi rostro cuando pienso en el irónico destino de estos
monstruos alados. Como Borges en su Ragnarok
suelo sentir que estàn jugando su ultima carta y que en realidad son ignorantes
y decadentes.
Mi máximo temor, mi gran temor, el cual algún día quizás
me incline a la fatal decisión,
es que descubran el pasaje al exterior. De hecho creo que es ese su ultimo plan.
Pocas veces he sentido su suave cosquilleo subiendo por mi traquea, pero en
todas ellas mi mano acaricio el arma que siempre llevo conmigo. En ese momento
no vacilaré. Estoy seguro. Totalmente seguro.
En última instancia, la fuerza de mis mandíbulas intentará detenerlos.
|
Volver a Página principal |